No me avergüenzo del Evangelio

Un viejo chacarero del Far-West se fue, cierto día a visitar a su hijo, senador en Washington. Ese chacarero era un ferviente creyente que no perdía oportunidad para hablar de su Dios a los que le rodeaban. Por eso, cuando su hijo lo presentó al embajador de Bélgica, el chacarero le hizo una pregunta que muchos hubiesen tildado de indiscreta: “Exelencia, ¿es usted cristiano?”. Muy molesto, el hijo desvió la conversación de manera diplomática antes que el embajador tuviese tiempo de contestar

Algunos meses mas tarde, el anciano falleció. Cuan grande fue la sorpresa del senador al descubrir entre las numerosas coronas un magnifico ramo de flores enviado por el embajador de Bélgica . Sobre la tarjeta, prendida con una alfiler al ramo, algunas palabras habían sido redactadas por el embajador mismo: “Él fue el único hombre en Estados Unidos que me preguntó si yo era cristiano y que se preocupó por mi alma”. Se le llenaron los ojos de lagrimas al senador cuando leyó ese conmovedor testimonio dado de su padre. 


“El que gana un alma es sabio”. ¿Somos nosotros de esos sabios? El verdadero testigo de Jesús en todas partes exhala el grato olor del conocimiento de su Señor, según lo escribe el apóstol Pablo, quien decía también: “¡Ay de mi si no anunciare el evangelio!” (1 Corintios 9:16) Nosotros somos los que debemos hablar a las personas de Cristo, porque si no las piedras hablaran, seamos un canal de bendición para otras personas Jesús nos quiero usar.

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