Caminando con la muerte

Salí de la casa pasadas las 6 de la mañana, en el momento mi preocupación fue que Dios me permitiera ministrar con poder a través de su palabra; cuando iniciamos el viaje por la carretera el sol ya iluminaba gran parte de la ciudad, pero en el corazón de muchos las tinieblas se movían en sus pensamientos de muerte y pecado. Las radios con sus programas de entretenimiento disimulan con cruel sentimiento el raro sufrimiento que se convierte seguida en escarmiento, los privados de libertad despertaban a su cruel realidad.


Son miles los reclusos, son cientos los enfermos esos tipos de jóvenes y ancianos que no tocaron los cuadernos, privados de educación viven bajo una maldición; el diablo les robo el corazón y con ello toda buena ilusión de progreso y prosperidad pues viven alienados de la libertad y de toda oportunidad de un verdadero cambio a través de la reinserción social, sus rostros están marcados, sus manos están tatuadas, y sus murallas de valores derribadas pues las calles dejaron ensangrentadas.

No hay librerías, no hay bibliotecas, solo transcurren los días pensando en cómo superar sus pesadillas, están recluidos y moralmente destruidos sus pensamientos son de continuo el mal como una abeja molesta fuera de su panal; esta es la dosis semanal ¿cómo no será el resultado total? A mí no me sorprendería que esta pesadilla nos ponga a todos pronto de rodillas, cuando esto se salga de control y cambie de color, ya no de partidos polí­ticos sino siendo un poco más analíticos; salgamos hoy de la indiferencia y actuemos con mayor decencia para que los malos no nos roben la paciencia.

Caminando con la muerte descubrí que sin Dios la vida no tiene sentido, pues no hay humano sin ombligo siendo este la fe en un Dios vivo; algunos allí dentro se resisten, nos maldicen y hasta nos abuchean pero por dentro ellos saben que cuando llega la Palabra de Dios ha llegado la lonchera llena de bendición para sacarlos de su pudrición de espíritu, esa que solo sale cuando a Jesús reconoces y sales del culto dando voces, cantos de júbilo y alegría pues en Cristo termina toda pesadilla. Al ver sus expresiones de alegría se terminó mi pesadilla de saber que podía entrar a predicar, pero solo Dios me podía de allí sacar.

Te invito a que agradezcas tu libertad, ella no es una casualidad, esto es producto de la muerte de Cristo; te sugiero que estés preparado que estés listo, Cristo viene pronto a rescatar a sus fieles no importando que en el pasado hayan tomado por picheles; los cigarros son cosa del pasado y la venganza es ya historia Dios, de ello si le invitas a tu corazón no hará memoria, atrévete a invitarle a ser tu Señor y Salvador y por su misericordia te sacará del asador. Invócale de todo corazón y cuando hallas terminado te garantizo me darás la razón.
Por Edgar Lopez

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