Juzgando

Creía que mi padre era anticuado, cuando yo era joven. Alegaba que todas las ideas que yo tenía sobre la vida, las normas y las personas eran más correctas que las suyas. Pensaba que él sólo estaba desinformado acerca de cómo funciona realmente el mundo, pero que yo, al haber estudiado tanto, sí entendía.

Ahora que soy mayor, sigo creyendo que mi padre es chapado a la antigua, pero en las formas que son buenas. Mi  padre entiende realmente cómo actúan las personas, y sus normas me han enseñado a afrontar el mundo y a recordar a Dios. Estoy agradecida de haber sido criada en un hogar piadoso.




Cada nueva generación se enfrenta a este asunto. Desde antes de los israelitas, desde que los hijos de Adán y Eva comenzarón a matarse entre sí, y durante todas las generaciones después de ello, creemos, al menos por un tiempo, que podemos hacerlo mejor y pensar mejor que nuestros padres. Pero si nos permitimos pensalo, volveremos a ser un mundo pecaminoso y rebelde que no glorifique a Dios. Los israelitas olvidarón a Dios en cada generación, de modo que Él nombró a un juez para decirles lo que es correcto e incorrecto, lo que es santo y Quién es el único Dios verdadero.

Nuestro Juez no está muerto; Él vive para siempre, y sus leyes están escritas en la Biblia. No tenemos ninguna razón para olvidar quiénes somos y a quién servimos. Tenemos a nuestros padres, maestros, pastores y a Dios para recordarnos todos los días a ser santos. Aceptemos la sabiduría de las generaciones pasadas para vivir vidas piadosas.

"Pero al morir el jefe, los israelitas volvían a pecar. Su comportamiento era peor que el de sus padres, pues servían y adoraban a otros dioses, y tercamente se negaban a cambiar de actitud"     Jueces 2:19


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