El Silencio de Dios

El silencio de Dios aparece varias veces en el Antiguo Testamento, en la mayorí­a de ocasiones por la dureza de corazón de su pueblo escogido, Israel. Por esa bendita actitud llena de independencia como de altanerí­a, la cual caracteriza a muchos de nosotros hoy en dí­a, creyendo que somos insustituibles en la casa, empresa o lugar de trabajo. El silencio de Dios nos desgarra internamente, cosa que no todos notan pero todos sienten a profundidad, es por ello que hoy quiero caminar por esta vereda del dolor, que muchos viven hoy en dí­a, pues el agua esta llegando ya hasta la rodilla, y no tardara en que la sientas hasta la rabadilla.


El silencio de Dios es producto de nuestra autonomí­a, acompañada con un toque de rebeldí­a, caracterí­stica de la juventud de hoy dí­a, como de las pasadas generaciones que están pagando el precio del mismo desprecio que hicieron a su Creador. Este silencio desgarra, pues se siente hasta la garra del opositor del Creador, marcando territorio asustando como todo un demonio, de esos que no sueltan de manicomio; hoy podes terminar con este silencio abriendo tu corazón sin esperar nada a cambio.

Este silencio en mención duró 400 años según los conocedores fueron varias generaciones, en lo personal no quiero vivir lo mismo pues yo no quiero revivir este tipo de egoí­smo, este periodo se le llama í­nter testamentario, pero a la verdad vivieron como cavernarios, se olvidaron de Dios como de su palabra y llevaron su propia cruz en sus espaldas. Murieron muchos, se perdieron otros y Dios tomando hasta agua de cocos, esperaba una pregunta, esperaba ser buscado, pero el hombre se comportaba como fusil confiscado, en total aislamiento y soledad solo observando el frí­o sobre la ciudad, Dios le esperaba y el hombre, su creación, su espalda le daba.

Para terminar con este silencio será necesario identificar la interferencia, ¿será tu actitud que denota total demencia? Que esperas para encontrar la salida al dolor, ese que en ti produce hasta calor. Arranca de raí­z tu independencia, tu soberbia, tu arrogancia que la ultima palabra la tiene Dios y el de su parte estarí­a contigo, como cuando usamos un buen abrigo que no solo nos calienta sino también nos da porte, como una buena gabardina sobre un buen traje de diseñador, de esos que dan estilo y cuentan con un buen color; no me extrañarí­a que después de esto sigas de necio te recuerdo que pagaras tú solo el precio, pues el mensaje es claro y directo, que el que menosprecia a su creador seguramente vivirá con dolor; hoy el silencio a terminado no dejes pues a Dios del lado.

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