Adicción al Trabajo

¿Alguna vez has escuchado el dicho: "Si quieres que algo se haga, pídeselo a una persona muy ocupada"? Yo siempre he sido ese tipo de persona, me emociono demasiado sobre algún proyecto al que me apunte de inmediato, sin considerar el tiempo y la energía que le quite a mis otras obligaciones. Comencé recientemente a analizar por qué no parezco detener este ciclo autodestructivo.


La verdad es que soy adicta hacer las cosas. Me cuesta mucho trabajo si no estoy ocupada, Pero existe una linea muy tenue que divide el estar ocupada y demasido ocupada, o disfrutar inocentemente algo y ser adicta a ello. ¿Por qué soy adicta? Porque quiero agradar a las personas, y de alguna manera relaciono "hacer las cosas" con "ser apreciada". Soy una marta que piensa que hallaré favor ante los demás si hago muchas cosas. Pero estar ocupada se ha vuelto un mal hábito el cual no parezco acabar.

Pedro también tuvo un mal hábito -algo que a él siempre se le enseñó que era bueno-. A él siempre le enseñaron que debía evitar las cosas impuras y observar ciertas costumbres judías que demostraban la santidad de Dios. Lo que él no sabía era que Dios lo estaba llamando a servir en el ministerio a los gentiles, así que tuvo que olvidar sus juicios sobre lo que era puro e impuro.

En realidad para Dios no hay favoritismos. Más bien, Él nos exige que le temamos y hagamos lo correcto. No importa cuántas actividades yo asuma, todas son malas si no es "lo correcto", que Dios ya dispuso para mi. A veces es bueno disminuir la marcha y pensar como una María.

"Entonces Pedro comenzó a decirles: -Ahora comprendo que para Dios todos somos iguales. Dios ama a todos los que obedecen, y también a los que tratan bien a los demás y se dedican a hacer lo bueno, sin importar de qué país sean".  Hechos 10:34-35


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